Celebración día de Muertos, Cultura Mexicana

miércoles, 20 de abril de 2011

Extrañas Tradiciones del Mundo (Parte 3)

El concubinato
El término concubina generalmente se refiere a relaciones matrimoniales en curso donde la mujer es de menor posición social que el hombre o que la esposa o esposas oficiales. Dentro de la historia de Asia y Europa había dirigentes que tenían tanto concubinas como esposas.

                                          Concubina asiática

Históricamente, el concubinato era frecuentemente voluntario a través de un arreglo con la mujer o con su familia, ya que proveía seguridad económica a la mujer involucrada. Además, el concubinato involuntario o servil implicaba algunas veces la esclavitud sexual de un miembro de la relación, generalmente la mujer, siendo una esclava de placer para el hombre.

En la antigua Roma y la antigua China, el concubinato era legal y tenía un comportamiento similar pero inferior al matrimonio. Caso contrario pasa con las leyes tradicionales del Occidente las cuales no le dan un estado legal a las concubinas, pues sólo admiten matrimonios monógamos.  Cualquier otra relación no cuenta con protección legal y la mujer es considerada simplemente como una amante.


El Funeral del cielo (entierro Tibetano)
Tibet ha sido bendecida con una gran extensión de tierra, pero la mayoría tiene una altura de más de 4.000 metros. El suelo es seco, rocoso y a menudo yace congelado por los fuertes inviernos que azotan la región la mayor parte del año. 

Éstas son algunas de las razones por las cuales los tibetanos desde hace siglos no entierran a sus muertos, ni los incineran, ni los lanzan al rio al estilo Indio sino que desarrollaron una práctica religiosa que va de acuerdo con sus tradiciones y creencias. Ésta práctica funeraria es llamada "entierro en el cielo". Al morir una persona, de inmediato llaman al Lama del monasterio local, quién tiene como misión ayudar al difunto a pasar por los 49 niveles del Bardo, o las fases que tiene que atravesar el alma después de morir para reencarnar en otra.


Entonces, los familiares se reúnen alrededor del cuerpo y rezan de igual manera, esperando una mejor transición hacia la muerte y una eventual reencarnación más próspera (tal vez en un monje o un lama). Después de tres días, que es el período donde el alma está pasando de una vida a la otra, envuelven al cuerpo en una especie de sábana blanca y lo llevan hacia alguna de las montañas sagradas donde particularmente se realiza ésta ceremonia.

El destino final del difunto es un campo repleto de banderas de oración, de pedazos de ropa hecha jirones, y de fragmentos de huesos en el suelo. Algunos miembros de la familia cargan el cuerpo y lo depositan sobre una roca blanqueada con cal. Otros miembros se arman de palos largos y forman una especie de perímetro sobre la piedra ceremonial con el fin de espantar y alejar de momento a las docenas de buitres, cuervos y halcones que son animados por el olor de carne en la cercanía. 


Luego entran los verdaderos maestros de ceremonia. Son dos o tres figuras altas y fuertes que vienen armados de cuchillos, hachas y martillos ceremoniales. La familia se retira un poco y uno de los maestros de ceremonia comienza a entonar algún mantra mientras los demás afilan sus herramientas en una piedra de amolar. De repente y sin tanta ceremonia, uno de ellos levanta su cuchillo y ayudado por el martillo, comienza a descuartizar el cuerpo del difunto. Primero extrae las vísceras que deposita en un cuenco para luego ser mezcladas con harina de cebada tostada o Tsampa ( alimento básico tibetano que consiste en una pasta de harina y mantequilla de yak). Luego sigue cortando las demás extremidades del cuerpo, lentamente. Y una vez termina su trabajo, hace una señal a los encargados de alejar las aves para que dejen de hacerlo.

Los seres queridos, guardando cierta distancia, siguen con la mirada las acciones que se presentan ante sus ojos. No hay señal de tristeza, ni de amargura, porque saben que el cuerpo es tan solo el envase del alma y en estos momentos, el envase está vacío. El alma ya está haciendo su viaje místico hacia la siguiente vida.

Entonces, los grandes buitres se avalanchan sobre los restos sanguinolentos del cuerpo del difunto y se dedican a satisfacer su básica necesidad de alimentarse. Pasados unos minutos, cuando ya están totalmente saciados, algunos emprenden el vuelo y otros se repliegan a descansar en las proximidades. Sobre el suelo solo quedan algunos pedazos de huesos ensangrentados y es allí donde entran los cuervos, halcones y otras aves que esperaban pacientemente, a terminar el trabajo.

Los parientes y seres queridos que presenciaron la ceremonia, comienzan a alejarse del sitio, dejando solo a las aves y a los maestros que eventualmente pulverizarán los restos de huesos y mezclaran con Tsampa, para que sean también consumidos por alguna otra ave hambrienta. Al salir éstos últimos, no quedará más rastro del ritual sino unas marcas de sangre y las cientos de banderitas de oración de papel que fueron lanzadas por sus familiares. 

Las últimas aves emprenden vuelo, llevándose al cielo los fragmentos de esa persona que pisó la tierra, y fue feliz, y sufrió, y comió, y amó, y eventualmente murió. Porque la energía no muere, no nace, sino que simplemente se transforma.

1 comentario:

  1. La realidad sin duda supera a la ficción. Se respeta la diversidad cultural y religiosa del mundo.

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